En mi día a día como psicopedagoga y en los años en los que he trabajado en aula como maestra he podido experimentar con distintas teorías del aprendizaje. Muchas de ellas se basan en la interacción con el niño: planteando situaciones, ayudándoles a resolverlas, dividiéndoselas en pasos para que lo logren... Pero a mí la que más me gusta es en la que el adulto observa, sin intervenir y analiza cómo el niño se relaciona, construye aprendizajes solo, resuelve conflictos y utiliza sus recursos...
En algunas consultas realizadas con los padres me preguntan si tienen que jugar más con sus hijos, que no saben jugar solos, que a ellos les cuesta mucho compaginar lo que tienen que hacer en el trabajo, en casa o simplemente el tiempo de descanso que también necesitan, con ese tiempo de atención constante con el niño.
Y, sinceramente, está muy bien que juguemos con nuestros hijos, si se puede, pues este tiempo creará lazos, recuerdos y momentos maravillosos. Pero.... los niños también tienen que aprender a jugar solos, descubrir por sí mismos...
Lo que digo no es nada nuevo, autores como Bruner y metodologías que ahora están en pleno auge, que vuelve a resurgir, porque no son nuevas, como la de Montessori, Reggio Emilia...etc, nos hablan de esto, del niño que experimenta con autonomía e independencia del adulto, aunque sea éste el que proporcione las condiciones propicias para ello y proponen al educador como observador y mediador del aprendizaje.
Teniendo en cuenta esto, los beneficios que planteo son los siguientes:
- Para el niño:
- Fomento de la creatividad: Él mismo creará el juego que se invente en ese momento, sin directrices del adulto. Creará de la nada, imaginará historias, personajes y escenarios.
- Resolución de conflictos por sí mismo: Cuando no logre realizar algo que se había propuesto o utilizar un objeto como él quería, intentará ver qué opciones tiene, cómo hacerlo. Con otros niños, en su interacción, utilizará sus propios recursos y creará otros.
- Autonomía: Realizará las cosas por sí mismo, sin ayuda o, por lo menos, lo intentará.
- Independencia del adulto: Nos requerirá sólo cuando sea imprescindible, no en todo momento. En ocasiones, pueden caer en una indefensión aprendida porque siempre les ayudamos a solucionar sus problemas y llega un momento que ni lo intentan por sí solos, piensan que lo natural es que nosotros lo hagamos.
- Seguridad en sí mismo: El ir superando obstáculos, consiguiendo logros por sí mismo irá reforzando su autoestima y les dará pie para seguir aceptando nuevos retos. No necesitarán nuestra aprobación para todo lo que hagan.
- Descubrimiento de las distintas posibilidades de juego que puede tener un mismo material: Una de las cosas que más me gusta es darles un material y dejar que ellos lo manipulen libremente sin que sea necesario que les explique qué es lo que tienen que hacer. Merece la pena ver qué es lo que hacen porque ellos mismos llegan a la misma conclusión pero por caminos diferentes o inventan otra manera de jugar que nosotros ni nos hubiéramos planteado en un principio.
- Observación de comportamientos que habitualmente no suceden en nuestra presencia: ¿Habéis observado a vuestros hijos mientras juegan sin que lo sepan? Es uno de los regalos que tenemos los padres y educadores. El ver cómo se expresan, qué es lo que hacen, cómo se comportan...Les veremos en su esencia.
- Tiempo para realizar otras tareas: Si ellos y nosotros somos capaces de respetar sus tiempos de juego en solitario y en su caso el que podamos tener otras cosas que hacer, les estaremos también enseñando a esperar.
- Conocimiento de cómo aprende nuestro hijo: ver qué recursos utiliza, si es más visual, kinestésico o auditivo, si se frustra con facilidad o persiste en sus objetivos...
Las situaciones más propicias donde podemos observarles:
- El parque u otros momentos con niños.
- Situaciones en las que nosotros decidamos que jueguen solos porque tengamos que realizar algo o incluso que el niño de manera espontánea comience el juego.
Esto que planteo es una recomendación, otra forma de ver a nuestros hijos. Entiendo que por el poco tiempo que pasamos con ellos, necesitamos "estar" pero no es excluyente, podemos hacerlo de las dos formas; no obstante, es importante que no caigamos en ser los que entretengamos a nuestros hijos constantemente y que ellos no sepan jugar de otra manera porque tampoco sería positivo para ellos.
En el término medio está la virtud, que no se nos olvide.