Suenan los petardos en esta época de la Navidad, personas disfrazadas de Papa Noel, de los Reyes Magos, las luces, la música... Aunque por un lado pueda parecer mágico, hay niños que pueden tener miedo a estas situaciones.
Muchos padres y madres intentan evitarles pasar ese mal momento, a veces hasta tal punto, que no asisten a actos o situaciones donde saben que va a existir ese estímulo que pueda producir el miedo en su hijo.
El miedo es una emoción más que el niño debe experimentar, tiene su función en la supervivencia del hombre, ya que nos advierte de situaciones peligrosas para nosotros, pero no hay que huir de él.
Los miedos más comunes en la infancia son los siguientes:
Muchos padres y madres intentan evitarles pasar ese mal momento, a veces hasta tal punto, que no asisten a actos o situaciones donde saben que va a existir ese estímulo que pueda producir el miedo en su hijo.
El miedo es una emoción más que el niño debe experimentar, tiene su función en la supervivencia del hombre, ya que nos advierte de situaciones peligrosas para nosotros, pero no hay que huir de él.
Los miedos más comunes en la infancia son los siguientes:
- A la oscuridad
- A los perros u otros animales
- A los globos
- A las personas disfrazadas
- A los monstruos
- Al médico
- A los ruidos...
Aunque lo ideal es una intervención individualizada por parte de un profesional si llegase el momento, os plantearé en líneas generales cómo deben trabajarse los miedos:
- No evitarlos. A nadie le gusta ver a su hijo pasarlo mal, pero evitar no es la solución, hay que enseñarles a enfrentarse a sus miedos. A veces se instauran miedos por cómo han actuado los padres al respecto. En esos primeros momentos hay que intentar estar hasta que pase el momento que le de miedo o se vaya adaptando a la situación. Si salimos huyendo, reforzamos el pensamiento de que la situación es peligrosa.
- Nuestra actitud también es importante. Depende de cómo nosotros reaccionemos ante el miedo de nuestro hijo: si nos ponemos nerviosos, si le sacamos de dónde esté, si anticipamos la situación ( "mira hay un payaso, ya verás cómo se pone a llorar")
- Racionalizar ese miedo: Se suele tener miedo a la situación que todavía no ha ocurrido, por ello debemos razonarle que no tiene por qué pasar lo que está pensando.
- Acercarle poco a poco al estímulo que le da miedo, acompañarle es importante, no tiene por qué enfrentarse él solo. Dividir la actividad en pasos y/o aumentar progresivamente el tiempo (Desensibilización sistemática). Si le dan miedo los perros: primero tocarle el lomo sin que vea la cara del animal, después viéndole, así hasta que ya no necesite que vayamos con él y quiera tocarlo él sólo.
- Dialogar acerca de su miedo. No ha que decirles que no tengan miedo, más bien la frase más correcta sería "Sé que tienes miedo, te entiendo, es normal, pero vas a ver que no pasa nada de lo que crees que va a pasar". Hablar de cómo se sienten les ayudará a poner nombre a la emoción, a comprenderla y establecerá una comunicación de confianza entre nosotros.
- Cuando el niño se haya enfrentado a la situación, hacerle consciente del paso tan importante que ha dado y cómo efectivamente no ha ocurrido nada peligroso. "Estoy muy orgullos@ de ti, ¿a qué estás más contento?, ¿has visto como no ha pasado nada?"
- Hablarle de nuestros miedos y cómo nos enfrentamos a ellos. Normalizando el sentir miedo, que aunque no sea agradable, es una emoción también necesaria.
- Si el miedo bloquea al niño de tal manera que le afecte a distintos ámbitos de su vida, es recomendable consultar con un especialista.
Post tras post, os propongo posibilidades de actuación ante determinadas dificultades, dudas que os pueden surgir... Pero recordad que no hay recetas mágicas, es decir, hay muchas maneras de hacerlo y cada uno debe dar con el más adecuado para su hijo. Nadie mejor que vosotros les conocéis.
Espero que una vez más os haya podido ayudar con la información que os planteo en el primer post del año.