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miércoles, 18 de noviembre de 2015

Pesadillas y terrores nocturnos: qué hay que hacer y diferencias



Son las doce de la noche Pablo  de tres años comienza a llorar y a gritar con el consabido susto de sus padres. Los padres van corriendo a la habitación. No saben qué le pasa y, a pesar de su intento por consolarle, no lo consiguen. Sigue dormido y no escucha. Cuando consiguen despertarle, no sabe de que le hablan, se muestra sorprendido pero se vuelve a dormir enseguida.

Este es un claro ejemplo de lo que son los terrores nocturnos. Habitualmente, se dan en torno a los dos-tres años de edad. No todos los niños los tienen, es más, suelen ser bastantes pocos los que sí. Pero si conseguimos identificarlos, podremos poder responder de manera adecuada a la situación.
Sus características son:
  • Fuerte agitación en el niño, mostrando llanto, a veces se mueven mucho e incluso pueden llegar a sentarse o levantarse de la cama.
  • Se suele dar en la primera mitad de la noche.
  • El niño no recuerda lo que soñaba y se muestra como aturdido.
¿A qué se deben?

Son una consecuencia de la inmadurez del sistema nervioso. Por tanto, a medida que éste vaya madurando, irán desapareciendo. Sí que es cierto que hay estudios que certifican la importancia de los momentos previos a acostar a los niños. Por ello, hay que seguir las siguientes pautas para reducir su incidencia:

  1. Seguir siempre la misma rutina antes de acostarse. Jugar-baño-cenar-cuento-beso a los muñecos (ejemplo)- beso a los papás y hermanos-acostarse. Es muy importante, pues esto les da seguridad y, sobre todo a los más pequeños, les ayuda a estructurar el tiempo
  2. No realizar actividades que les puedan estresar o les agiten .
  3. Aprovechar esos momentos previos para conversar con ellos y relajarse.
  4. Intentar que su hora de acostarse no sea muy tardía.
 ¿Qué debemos hacer ante un episodio de terrores nocturnos?

  • Mantener la calma y dejar que pase. Se suelen quedar dormidos plácidamente después.
  • No despertar al niño, ni intentar que nos diga qué le pasa. Después le costará más conciliar el sueño.
  • Vigilar que no se de ningún golpe o se caiga de la cama. Realmente, esta es nuestra misión en este caso.
  • No llevarle a nuestra cama, ni dormir con él, no hace falta y podemos reforzar positivamente el hecho.

Por otro lado, estas son las características de  las pesadillas:

  • Se dan en la segunda mitad de la noche
  • El niño nos puede narrar el contenido del sueño y se acuerda.
  • Cuando se despiertan, que es cuando nosotros nos enteraremos de que tiene una pesadilla por el llanto y los gritos, se despiertan asustados y con miedo.
  • No hay tanto movimiento ni verbalizaciones como en los terrores nocturnos.

¿Cómo debemos actuar?
  • preguntarle qué le ha pasado y calmarle explicándole que ha sido sólo un sueño que no ha ocurrido en realidad.
  • Intentar relajarle para que vuelva a conciliar el sueño. A través de respiraciones, si está muy agitado; darle un vaso de agua.
  • No dormir con él, ni llevarle a nuestra cama. Se tienen que dormir solos.
  • Es mejor hablar al día siguiente sobre lo que ha sucedido por si hay algo que le preocupa.
  • No mostrarnos excesivamente preocupados para poder darle la seguridad que necesita.

En la dura pero bonita tarea de ser padres a veces nos encontramos con situaciones a las que no sabemos cómo enfrentarnos. Espero que este post os haya ayudado con una de ellas.





 

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